Joel Saucedo
Cuando Venustiano Carranza
gobernó México, le dio total libertad a los líderes militares para acceder a
todo tipo de canonjías, quienes a su vez delegaron la misma actitud al mundo
que los rodeaba, el cual terminó acuñando la palaba: carrancear.
Esa es parte de la historia
que atañe a la vida política y social del país, que envuelve el descrédito de
la política. Todo envuelve hasta la médula actitudes relacionadas con la transa,
los acuerdos en los oscurito, la camaradería entre cuates, para convalidar un sistema político infestado por
acciones que ubican a México en un lugar tan privilegiado como denostado.
Esta es una situación
increíble. Octavio Paz y Samuel Ramos, definieron desde hace tiempo el perfil
del mexicano: aquel que roba, aquel que grita, aquel que baila, aquel que
canta, aquel que se mata, aquel que se ríe de la muerte, aquel que es hijo de
la mala vida, y que siempre está atento a actuar para sacar el beneficio
inmediato de los demás.
¿Por qué nos Cuando cuestionamos
de esta manera? ¿Por qué tenemos esta manera de ser? ¿Por qué tenemos esta
cultura? ¿Por qué no cambiamos? ¿Por qué queremos ser mejor que los demás a
costa del hurto y el abuso? ¿Por qué aplaudimos a los que tienen más y
denostamos al que tiene menos?
¿Por qué somos hijos de la
mala vida? ¿Por qué no actuamos en consecuencia? ¿Por qué no nos queremos? ¿Por
qué solapamos actitudes caciquiles? ¿Por qué no les heredamos a nuestros hijos
la cultura de la transparencia y la legalidad? ¿Por qué no nos preguntamos si
somos buenas personas? ¿Acaso el que no transa, no avanza?
El último Informe de
Transparencia Internacional 2013 dice que siete de cada 10 personas en México y
Argentina piensa que la corrupción ha aumentado en los últimos dos años. México
se ubica en la posición 106 de 177 países de acuerdo a esta percepción en
materia de corrupción.
Según los datos de la OCDE,
México está considerado entre los 50 países, cuyos partidos políticos son las
instituciones más corruptas del país. Después de ellos le sigue la policía.
Luego los funcionarios públicos. Continuamos con el Ejército, le el sistema
educativo, las organizaciones civiles y el sector salud.
Nuestro país se ha sumido en
una brutal corrupción. Y ni en cinco, ni diez, ni en veinte años saldrá de este
marasmo donde todo en la vida pública está relacionado con actos de corrupción.
México necesita un nuevo
orden no sólo económico sino político y social, en donde la historia nos ponga a cada quien en
su lugar. Ni los partidos políticos ni el Congreso Federal, ni el Ejecutivo, ni
el Poder Judicial, ni las organizaciones civiles ni la ciudadanía liberal, ni
los líderes políticos han logrado que la República sea menos considerada como
un México corrupto.
Twitter:@JoelSaucedo