Joel Saucedo
El PRD se encuentra en la
disyuntiva más difícil de su corta existencia, pues ha dejado de ser una oposición
real para dejarle el camino libre a Morena, el naciente partido que podría cavar
la tumba del perredismo.
Y es que se ha quedado sin
figuras emblemáticas. Sólo ha tenido dos candidatos a la Presidencia de la
República: Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, 1994 y 2000 y López Obrador en 2006 y
2012. Ambos están fuera de sus filas.
De los diez dirigentes que
ha tenido, la mitad están fuera: Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador, Porfirio
Muñoz Ledo, Rosario Robles y Leonel Cota Montaño; en el caso de la señora
Robles, su salida se dio en medio de un escándalo de dimensiones
inconmensurables.
Por si eso fuera poco, de
sus cinco jefes de gobierno tres ya no
militan en las filas perredistas: Cárdenas, López Obrador y la propia Rosario
Robles; los otros dos: Alejandro Encinas y Marcelo Ebrard, casi tienen los dos
pies fuera.
Lo paradójico de todo esto,
es que el actual jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, ni siquiera pertenece
a ese instituto político y simpatiza abiertamente con el gobierno federal, a
diferencia de todos sus antecesores que sostuvieron férreas discrepancias con
el gobernante en turno.
¿Qué piensa hacer el PRD con
miras a las elecciones federales de 2015 y en la siguiente elección
presidencial de 2018? ¿Dará paso a una urgente refundación o dejará que el
Movimiento de Regeneración Nacional le coma al mandado, como todo apunta que
ocurrirá?
Además, falta ver quiénes
más seguirán el camino de Cárdenas cuando no sean beneficiados con el reparto
de candidaturas, como suele suceder cada proceso electoral, pues el esquema
tribal sólo ha dejado saldos negativos.
Lejos de admitir su abierta
responsabilidad, Jesús Ortega –cabeza de Nueva Izquierda- trasladó la culpa de
la crisis que se vive en Guerrero a la federación, cuando fue su corriente la
que impulsó a José Luis Abarca como alcalde de Iguala.
Ahora pretende que sea una
comisión al interior del Partido de la Revolución Democrática la que investigue
y detecte responsabilidades penales en quienes estén involucrados en la postulación
de Abarca como candidato y que se proceda ante las autoridades judiciales.
Con esto, Ortega pretende
culpar a Miguel Barbosa Huerta, actual presidente del Senado y en esa época
coordinador de Nueva Izquierda a nivel nacional y responsable directo de
decidir las candidaturas. Pero para nadie es ajeno que el verdadero líder de la
corriente es el propio Chucho Ortega.
Al partido amarillo le urge
entrar a un proceso de reflexión con miras a una refundación, con nuevos
mecanismos de organización y selección de candidatos, manejo de recursos y la
forma de hacer política, pues de lo contrario estará en la tesitura de cambiar
o quedar pulverizado ante un electorado cada vez más exigente.
Twitter: @JoelSaucedo
http://jsaucedos.blogspot.com
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